No hay más palabras... No hay más ...No hay... No.
30 octubre, 2008
29 octubre, 2008
Lugarespacio
Concretaré mi existencia:
He vivido, vivo y viviré, sin saber donde orientar lo que acontezco a cada momento.
Sé que lo hallado me enseña. También sé que hay cosas que no debiera de haber aprendido. No obstante sigo buscando el lugar, el cuerpo y la sensación que derrote cada miedo, cada pregunta, cada nostalgia hueca; cada (in)voluntad experimentada por esa dictadura condescendiente que arrastran los que sueñan. He de encontrar el emplazamiento y la postura para no sentirme más un extraño. Donde la existencia no golpeé contra la soledad y el dolor que causa cada lugar, cada cuerpo, cada sensación errónea por ser espacios yermos, vacantes de alma. Errar el paso y aún así seguir; esa es la verdadera concretación de mi existencia.
He vivido, vivo y viviré, sin saber donde orientar lo que acontezco a cada momento.
Sé que lo hallado me enseña. También sé que hay cosas que no debiera de haber aprendido. No obstante sigo buscando el lugar, el cuerpo y la sensación que derrote cada miedo, cada pregunta, cada nostalgia hueca; cada (in)voluntad experimentada por esa dictadura condescendiente que arrastran los que sueñan. He de encontrar el emplazamiento y la postura para no sentirme más un extraño. Donde la existencia no golpeé contra la soledad y el dolor que causa cada lugar, cada cuerpo, cada sensación errónea por ser espacios yermos, vacantes de alma. Errar el paso y aún así seguir; esa es la verdadera concretación de mi existencia.
28 octubre, 2008
22 octubre, 2008
Tal vez, un día...
21 octubre, 2008
De monstruos
Estimado cómplice:
Hoy he querido escribirte en mitad de la noche cuando el silencio, más que el sueño, invita a cosechar evocaciones, a enumerar todo lo que aun queda por hacer. Me siento tan perdida cuando enumero; menos mal que tengo la excusa perfecta a la que siempre acudo cuando la matemática me falla “soy de letras, no de números” y es que fallo bastante y de manera tan matemática últimamente…
Todo está en penumbra y esta opacidad crea formas que la cabeza, en su transito diario, repele por miedo a considerarlas de nuevo como parte esencial de la historia. De mi historia en este caso. Siempre digo, cuando alguien me habla de llegar lejos, de tener éxito, dinero y cosas por el estilo; que mi mundo es humilde y que lo sustentan cosas pequeñas, sin pretensiones. Por dentro sin embargo, hay algo que silba como la válvula de una olla express y que me indica que miento. Mi ambición no es llegar lejos. Mi ambición es llegar con lo hecho bien hecho y, quién sabe en su caminar cotidiano si todo lo que uno hace lo hace de manera correcta. Recuerdo una noche entre copas, cuando de manera intranscendental comente a mi amigo Raúl, que mi dilema llegaba hasta tal punto que desde pequeña, cada noche, rememoraba todo lo que había dicho y hecho durante el día para encontrar cada fallo, cada palabra mal expresada o tarea mal elaborada; después me quedaba dormida con una promesa de enmienda para el día siguiente. Él sonrió de manera tierna, como se le sonríe a un niño o a un tonto, o tal vez a un loco. Aún sigo haciéndolo, aunque no siempre, no cada noche; sino mi vida sería una gran enmienda. Pero lo que sí que es cierto es que en medio de la oscuridad todo se ve más claro. Las cosas que evades de día se hacen más grandes de noche. Se convierten en monstruos que emergen de debajo de la alfombra, de encima del escritorio, que se sientan para observarte fijamente desde el borde de la cama, como esperando una respuesta. Y esta vez no son la ropa que has dejado sin guardar haciendo sombras confusas, no es algo que se desvanezca con la luz de la mesilla. Persisten en su implacable espera con una mirada que ya conozco, una respuesta que nunca he tenido. Así es que sé, que para bien o para mal, nunca dormiré sola. Por eso hoy me he levantado en mitad de la noche, cuando el silencio, más que el sueño, aguijonea a mis monstruos para insistir en el interrogatorio y, me he dejado caer por tus ojos para preguntarte si a ti también te ocurre. Para cerciorarme de que no he dejado de ser una niña y de que tal vez, dentro de mi pequeño mundo alguien me miré tiernamente y me sonría como a un tonto, o tal vez, mejor aún, como a un loco, y me de la clave para poder volver a la cama y que está, esté vacía por primera vez.
Atentamente me despido.
Siempre:
M.S.
15 octubre, 2008
Adios
Te quiero, lo sabes ¿verdad?
Pero no quiero que me llames, que me pidas unas horas de cualquier noche para besarme y arrancarme de nuevo el corazón.
Te quiero y como lo sabes, llevas entrando y saliendo de este apego mío por tus manos una eternidad. Y una eternidad, querido, es mucho tiempo.
He abandonado mis convicciones, mi futuro, cuarto y mitad de orgullo por tenerte y después de todo, la verdad es que nunca te he tenido. Poseerte no es tenerte, ahora lo sé. No encuentro una excusa aceptable para estar aquí, para llevarte más tiempo dentro, a cuestas. El peso es inmenso y el desnivel implacable.
No maldeciré más el día que te conocí, porque eso sería una manera más de recordarte.
No te odiaré después de un tiempo. Lo prometo. El amor y el odio son dos sentimientos nobles; el problema es que en medio de una agonía como esta, la desazón empieza a convertirlos en burdas excusas para utilizar el juego sucio. Tú me dijiste que nunca he sabido jugar a esa clase de juegos. Jugar con las cosas que hieren siempre es jugar sucio.
Quisiera no tener que echarte de menos. Quisiera una mañana despertar sin el peso de tu nombre aplastando mi cabeza contra la almohada. Quisiera encontrar un lugar donde vomitar todos los recuerdos para más tarde sentarme en el suelo y apreciar que el frío que hace temblar cada uno de mis músculos es por las baldosas que hay bajo mi cuerpo. Quisiera, quisiera, quisiera, quisiera no quererte más.
Hoy que todo tiene sabor a despedida, a viaje, a estéril, a desierto, hoy sólo pido que no vuelva, que no vuelvas, que no te vea, que no compruebe hasta que punto mis huesos precisan de los tuyos para seguir manteniéndome en pie. Hoy comienza el silencio. Todo lo que tuve que decir, ya lo he dicho y lo que no dije, mañana ya dará igual.
No obstante me reitero en las palabras más sinceras cuando te digo que te quiero.
Te quiero. Lo sabes ¿verdad?
Adiós.
Que te has ido
“Sé que al final tendré que marcharme yo, por que tú no te vas, por que a pesar de todo este tiempo tú no te has ido.
Hablo de saber, ¡Dios mío! como si en realidad, aquí parada frente a ti, diera la sensación de que estoy donde me ves, donde debo estar; cuando la vedad es que hace tiempo que vagabundeo, que me encuentro perdida. Es como si el camino se hubiese deshecho, como si las huellas que dejé ayer se las hubiese tragado la tierra. Tal vez es por eso que al respirar, las paredes de mis pulmones se arañan, será por eso que visiono tierra allá donde miro. Sumergida en la aridez de un desierto sin paisaje, sin sol; sin rastro alguno de supervivencia”.
Hablo de saber, ¡Dios mío! como si en realidad, aquí parada frente a ti, diera la sensación de que estoy donde me ves, donde debo estar; cuando la vedad es que hace tiempo que vagabundeo, que me encuentro perdida. Es como si el camino se hubiese deshecho, como si las huellas que dejé ayer se las hubiese tragado la tierra. Tal vez es por eso que al respirar, las paredes de mis pulmones se arañan, será por eso que visiono tierra allá donde miro. Sumergida en la aridez de un desierto sin paisaje, sin sol; sin rastro alguno de supervivencia”.
Esto lo escribí hace un tiempo. No me marché como ves, aunque por dentro hice kilómetros hacía un sitio, hacia otro. Un sin sentido. Pero me detuve y busqué un lugar donde encontrarme, donde renunciarte. No hace falta estar lejos o en un lugar extraño para hallarse perdido (y yo lo estaba con este juego tuyo de “ni contigo ni sin ti”). Lo que hice fue desandar unos pasos y ver lo acontecido desde fuera, como si mis ojos fueran de otro. El dolor permanece, no quisiera tener que engañarte pero, ya no grita y se despedaza en añicos a cada momento. Queda una tristeza tenue. Un vivir bajo reserva. Después de todo, cuando algo se rompe, por mucho que lo intentes, a la hora de volver a unir las piezas, nunca vuelve a ser lo mismo. Y mucho menos cuando hablamos de interiores.
Ahora cada vez te pienso menos, cada vez sonrío más y me gustan las horas de charla en un café con otros. Otros que no son tú. Ahora voy a los lugares que pensamos ir algún día juntos y cuando miro, lo hago sólo para mí. Aún me queda un poco más por andar o desandar, ¡qué sé yo! lo que sí sé es que lograré no soñar contigo cualquiera de estas noches. Por eso, soy sincera al decirte que no esperes de nuevo a que yo te siga el juego. No me enseñes como lloran los hombres que dejaron de ser niños, de fantasear. No quiero que me muestres las líneas de tu mano ni que me digas que estamos hechos el uno para el otro. No. El camino se deshizo, las huellas que dejé ayer se las tragó la tierra, en esto siempre estuve en lo cierto. Me queda la tristeza tenue del que ya no teme; ese vivir bajo reserva que hace que desista en la obstinación añeja de quererte. Me queda seguir en este andar y desandar el camino hasta ver que es cierto que te has ido.
Ahora cada vez te pienso menos, cada vez sonrío más y me gustan las horas de charla en un café con otros. Otros que no son tú. Ahora voy a los lugares que pensamos ir algún día juntos y cuando miro, lo hago sólo para mí. Aún me queda un poco más por andar o desandar, ¡qué sé yo! lo que sí sé es que lograré no soñar contigo cualquiera de estas noches. Por eso, soy sincera al decirte que no esperes de nuevo a que yo te siga el juego. No me enseñes como lloran los hombres que dejaron de ser niños, de fantasear. No quiero que me muestres las líneas de tu mano ni que me digas que estamos hechos el uno para el otro. No. El camino se deshizo, las huellas que dejé ayer se las tragó la tierra, en esto siempre estuve en lo cierto. Me queda la tristeza tenue del que ya no teme; ese vivir bajo reserva que hace que desista en la obstinación añeja de quererte. Me queda seguir en este andar y desandar el camino hasta ver que es cierto que te has ido.
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