Soy un ser extraño que se columpia entre la fragante ceguera de los sueños, entre la metralla taciturna y distraída de la providencia.
Soy el ser más simple que existe y al ser consciente de esta simpleza, me devano en imposibles por oscilar la mente hasta el infinito o por dar un giro imperfecto a todo lo que se conforma con seguir la línea recta ¿Quién quiere llegar el primero con todo lo que hay que ver?
Lentamente me eleva el propio impulso. Vislumbro una noche de luciérnagas veloces, una penumbra de resina y perfiles temblorosos. Comprendo ahora el primer escalofrió, la raíz de la tormenta, mi imposibilidad de ver imposibles; las terminales del miedo…
Camino por la tangente de un cuerpo y sus fracturas. Hice de mis golpes un mapa hacía el atrevimiento. Me río de todo por percibir que ese todo se asienta sobre la pasión y sus cuchillas, entre lágrimas y argumentos hilarantes; tras una memoria selectiva y por entregas.
Esto no es serio. Nada lo es.
Soy un ser extrañamente simple por amar con seis sentidos. Un pájaro de invierno que escapa de sus huellas para acuñarse en otros pasos; que fantasea con volar sin temer la orfandad que da la altura.