Queda el pasado yermo
entre la almohada
y el bisturí del recuerdo
que abre con precisión,
la carne algunas noches.
Queda la tristeza de no ser,
de que no fue.
Olvidarte cien veces queda.
Y el tiempo invertido
gotea y se filtra en la oquedad
que dejaron nuestros cuerpos.
Aletea aún, una mirada sin descifrar
y sé, que mira de soslayo,
como mis dedos se encienden y se apagan
en plena oscuridad.
Queda un pasado nítido esta noche.
Mañana no tendré más dictamen que el de percibir,
luciérnagas muertas en mi cama.