30 junio, 2010

Penales


Hay cadenas que sólo arrastran
cuando los ojos rozan el suelo.
Hay presos que no necesitan paredes, puertas, cerrojos...
Hay silencios como argollas, espaldas como muros.
Y todo queda ahí, cautivo, recluso, deforme y sin salida.
No hay cárcel mejor diseñada que la que uno instaura
al sentirse prisionero.