30 octubre, 2009

Deflafración


Incendiados los días,
entumecidos los dedos, la nostalgia,
la mirada…
Queda el cansancio,
desaliento del alma
sin forma alguna de reposo.
Persiste un rodar de horas,
una pesadez sobre los parpados,
la quietud muerta del que ya no espera.
Una llamarada en carne que,
resplandece hasta la devastación.
Un cuerpo que camina con los huesos en ceniza.